Durante la charla subsiguiente a la proyección de “El Marketing del miedo” de Alicia Ninou, se expresó una duda referente al tema de los calendarios vacunales. Si bien hubo un consenso general en cuanto que la gran mayoría no estaban justificados con una base científica real, en cierto momento se planteó que en los países empobrecidos sí podría estarlo.
En relación a esto, he encontrado un texto muy bueno en el libro “Vacunaciones sistemáticas en cuestión” de Juan Manuel Marín, sobre las realidades que giran en torno al tema de la vacunación en el llamado “tercer mundo”.
En relación a esto, he encontrado un texto muy bueno en el libro “Vacunaciones sistemáticas en cuestión” de Juan Manuel Marín, sobre las realidades que giran en torno al tema de la vacunación en el llamado “tercer mundo”.
En relación a la implementación de los programas de vacunación a los países del Sur, todo apunta que estamos delante de un complejo entramado científico-sanitario-industrial en el que el rostro dulce humano lo ponen la OMS y la UNICEF según apunta M. Georget.
Sí, es cierto que los ciudadanos de los países del Norte anhelamos o necesitamos creernos las iniciativas aparentemente altruistas que tranquilizan nuestras conciencias; con estos sentimientos nobles especulan precisamente los depredadores pero los trabajos de Debar Banerji, doctor en medicina, antropólogo, miembro de diferentes Comités de Expertos de la OMS sobre sistemas sanitarios, no pueden ser más reveladores. En efecto, según Banerji en Alma-Ata, 1978, los pueblos más oprimidos del mundo consiguieron un logro histórico en materia de salud pública. En contraposición a los clásicos programas tecnológicos prefabricados generadores de dependencia, la Declaración de Alma-Ata recomendaba el desarrollo de servicios sanitarios elaborados por las poblaciones autóctonas de manera que estos promovieran la autonomía de las comunidades y estuvieran controlados por el propio grupo social. A juicio de Banerji, la reacción de los países ricos frente a esta temeraria declaración de independencia fue fulminante e inmediata y de la mano de la UNICEF y la OMS intentaron desactivar los acuerdos de Alma-Ata a través del programa Cuidados Sanitarios Primarios Selectivos. El resultado final ha sido la intensificación de los programas masivos de vacunación contra las 6 enfermedades incluidas en el EPI –difteria, tos ferina, tétanos, poliomelitis, sarampión y tuberculosis- incrementando así la dependencia de los países pobres. Por su trascendencia reproducimos una parte del trabajo donde Banerji desenmascara la estrategia seguida por la UNICEF y la OMS, apoyadas por resoluciones de la Asamblea Mundial de la Salud, que a su juicio no tuvieron en cuenta ninguna de las lecciones de las campañas masivas de los años cincuenta y sesenta, entrando, además, en franca contradicción con los acuerdos de Alma-Ata que, previamente, ellas mismas habían apoyado. Bajo el título Imponer el programa a las poblaciones leemos:
“La UNICEF organizó una campaña publicitaria masiva para “lanzar” el “producto social” de la supervivencia de los niños de los países pobres. El marketing social simbolizó todo el programa. La iniciativa conjunta UNICEF-OMS, que se beneficiaba del apoyo de algunos países del Norte y de entidades de voluntarios como la Fundación Rockefeller y el Rotary International Club, presentaba las siguientes características inquietantes:
1) Imposición: un programa que fue impuesto a los pueblos del Sur por el Norte, lo que constituye una fuerte contradicción a la Declaración de Alma-Ata.
2) Tecnocentrismo: un programa de carácter tecnocéntrico cuyo postulado es que la aplicación de la tecnología vacunal, incluida la que emplea la biotecnología, ina a “salvar la vida” de muchos niños del Tercer Mundo, aunque tuvieran que vivir luego en condiciones ecológicas degradantes.
3) Dependencia: un programa que creaba dependencia y ataba a la gente. Los países del Sur quedaron en manos del Norte para conseguir algunas vacunas y algunos equipos de “cadenas de frío”, así como para obtener dinero.
4) Anticientífico: el programa se lanzó sin verificar siquiera la importancia de los problemas planteados por las seis enfermedades involucradas. Tenemos aquí un inconcebible ejemplo de cómo organizaciones internacionales altamente respetadas hacen declaraciones rimbombantes sin poseer una cantidad mínima de datos básicos. El Norte “fabrica” problemas que encajan con la estrategia de imponer al Sur un programa tecnocéntrico creador de dependencia.
5) Tendencia a la exclusividad: un programa semejante al que se decidió lanzar es peor que una campaña masiva porque se moviliza el conjunto de la infraestructura sanitaria para alcanzar el objetivo en un plazo de tiempo limitado (1990). Ello implica que se ejerzan presiones sobre los agentes sanitarios para que se alcance el objetivo fijado. En las regiones con tasas elevadas de morbilidad y mortalidad y servicios de salud deficientes, se observará una tendencia a inflar los resultados y a vacunar en detrimento de otras actividades, incluidas otras medidas sanitarias hacia las madres y los niños.
6) Tendencia a la desinformación: es probable que debido a las evidentes deficiencias expuestas, haya existido una tendencia a proclamar el éxito de manera completamente falsa y sin fundamento. El informe de la UNICEF sobre el Estado de los Niños del Mundo (Grant, 1983), así como el Día de la OMS para la Vacunación (Mahler, 1987) constituyen ejemplos inquietantes de ello. Es natural que semejantes maniobras conduzcan a otras para que se suprima cualquier información no favorable y que se produzca una deformación de la información, e incluso una tendencia a una grosera desinformación.
A pesar de la estremecedora denuncia de D. Banerji, el VRD de la OMS potencia el desarrollo de nuevas vacunas contra determinados microorganismos, teóricos responsables de enfermedades infecciosas que diezman a las poblaciones, sobre todo infantiles, de los países subdesarrollados. Volvemos a repetir, y no nos cansaremos, que nos parece una broma de mal gusto y un eufemismo esta particular forma de identificar o denominar a las secuelas del hambre, del sufrimiento y de la miseria de la que reiteradamente hacen gala algunos sectores tecnocientíficos que, bien por limitaciones conceptuales, bien por autocomplacencia y/o defensa de intereses espúreos, tienden a separar sistemáticamente el fenómeno del contexto en que se produce.
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